EL LOGARITMO EN LA LITERATURA
La novela “Nubosidad variable”, de Carmen Martín Gaite, narra el encuentro de dos mujeres adultas que fueron muy amigas en su época de estudiantes y que han dejado de verse. Una de ellas recuerda a su amiga, al encontrar una foto suya de la época, y sus actitudes ante las palabras y las matemáticas. Este es el relato:
«Seguro que esa niña de
trenzas rubias y cara de
interrogación en algún momento supo resolver problemas de Matemáticas; si no,
no la habrían aprobado. Pero ella no entendía de números. Los números eran un
mero dibujo inalterable y los nombres que los designaban no daban pie a la
fantasía. (...) A ella le gustaba inventar palabras y desmontar las que oía por
primera vez, hacer combinaciones con las piezas resultantes, separar y poner
juntas las que se repetían. (...) Algunos corpiños como 'filo', que quería
decir amistad, y 'logos', que quería decir palabra, abrigaban mucho y permitían variaciones muy
interesantes. Ella un día los puso juntos y
resultó un personaje francamente seductor: el filólogo o amigo de las
palabras. Lo dibujó en el cuaderno tal y como se lo imaginaba, con gafas color
malva, un sombrero puntiagudo y en la mano un cazamariposas grande por donde
entraban frases en espiral a las que pintó alas. Luego vino a saber que la
palabra filólogo ya existía, que no la había inventado ella. – Pero da igual,
lo que ha hecho usted es entenderla y aplicársela – le dijo don Pedro Larroque,
el profesor de Literatura –. No deje nunca el cazamariposas. Es uno de los
entretenimientos más sanos: atrapar palabras y jugar con ellas. (...) Al
profesor de Matemáticas, en cambio, no le divertían nada estos juegos de
palabras, le parecían una desatención a los problemas mas serios, una
manipulación peligrosa del dos y dos son cuatro, una pérdida de tiempo. Cuando
un buen día, sin más preámbulo, empezó a hablar de logaritmos, hubo en clase
una interrupción inesperada y un
tanto escandalosa. La niña del cazamariposas se habla puesto de pie para
preguntar si aquello, que oía por primera vez, podía significar una mezcla de
palabra y ritmo. Las demás alumnas se quedaron con la boca abierta y el
profesor se enfadó. – No hace al caso, señorita Montalvo. Está usted siempre en
las nubes – dijo con gesto severo –. Le traería más cuenta atender. La niña
rubia, que ya estaba empezando a pactar con la realidad y a enterarse de que las cosas que traen cuenta para unos no la
traen para otros, se sentó sin decir nada y apuntó en su cuaderno:
"Logaritmo: palabra sin ritmo y sin alas. No trae cuenta". (...) Pero
¿cómo se imaginaba los logaritmos? ¿Cómo se las arregló para lidiar con ellos
sin saber lo que eran. No queda el menor rastro. Yo ahora, si digo logaritmo,
guarismo, raíz cuadrada o ecuación, veo bastoncitos grises y articulados que
reptan por la alfombra como una procesión de gusanos”
UNA HISTORIA INTERESANTE
Se cuenta que en 1626 Peter Minuit compró la isla de Manhattan a los indios por 24 dólares. Imagínate que Minuit hubiera puesto en el Banco los 24 dólares al 6% de interés compuesto ¿Cuánto dinero tendría en 1998? Sería interesante comparar este resultado con el precio actual de la isla de Manhattan.
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